jueves, 12 de agosto de 2010
martes, 10 de agosto de 2010
El fogón humeante
Los sabores, sazones y aromas culinarios son un legado familiar y cultural. Siempre permanecerán en la memoria y el paladar, aunque estemos lejos. Recordarlos será añorar no solo el acto mismo de comer, sino todo el contexto: el fogón humeante, la fiesta en la cocina, la imagen de mamá revolviendo la yuca o colocando la masa en una fresca hoja de achira.
Porque la comida no solamente es ella en sí misma, sino es lo que significa dentro de una historia. De que manera se agregan los ingredientes, en que momento debe ir la sal o la muña, como se sirve, con qué se come, a qué hora del día, en qué época del año, con qué bebida se acompaña…. Tantos detalles que le agregan magia a la creación culinaria, que en muchos casos, se reinventa y en otros, se repite en el tiempo, pues se ha ido transmitiendo de generación en generación entre ollas y cucharas, coles, mashuas y yucas…
Evoco ahora mi “costumbre”, hecho de vísceras de cerdo, papa y hierba buena. Es el primer plato que se prepara cuando alguien mata un chancho y ofrecerlo a los vecinos es una manera de comunicar que en casa hay fiesta y alegría.
Evoco también la “ullada”, ese pedazo de carne que se junta a la col, a la papa y al durazno fresco para festejar el carnaval en Andamarca (Ayacucho), para decirnos que los primeros frutos de la tierra que se están degustando, son también un homenaje a ésta y su tan ansiada fertilidad.
¿Ven? La comida dice mucho más que su buen sabor. Tiene el poder de expresar un sentimiento y de acercarte al otro, aunque su cultura sea distinta.
Porque la comida no solamente es ella en sí misma, sino es lo que significa dentro de una historia. De que manera se agregan los ingredientes, en que momento debe ir la sal o la muña, como se sirve, con qué se come, a qué hora del día, en qué época del año, con qué bebida se acompaña…. Tantos detalles que le agregan magia a la creación culinaria, que en muchos casos, se reinventa y en otros, se repite en el tiempo, pues se ha ido transmitiendo de generación en generación entre ollas y cucharas, coles, mashuas y yucas…
Evoco ahora mi “costumbre”, hecho de vísceras de cerdo, papa y hierba buena. Es el primer plato que se prepara cuando alguien mata un chancho y ofrecerlo a los vecinos es una manera de comunicar que en casa hay fiesta y alegría.
Evoco también la “ullada”, ese pedazo de carne que se junta a la col, a la papa y al durazno fresco para festejar el carnaval en Andamarca (Ayacucho), para decirnos que los primeros frutos de la tierra que se están degustando, son también un homenaje a ésta y su tan ansiada fertilidad.
¿Ven? La comida dice mucho más que su buen sabor. Tiene el poder de expresar un sentimiento y de acercarte al otro, aunque su cultura sea distinta.
lunes, 9 de agosto de 2010
Los cerros esperan
Freddy nació hablando con el apu. Su madre conocía los secretos de las hojas de coca y curaba, aferrándose a libros antiguos y a la bondad de los gentiles que están en las huacas o en esos muros de adobe allá en las alturas. Freddy es un Yachaj o sacerdote andino. Debe esperar que las velas pierdan un poco de cera para comenzar con la ofrenda. Es importante pedir permiso al Arpayuc antes de ingresar a sus dominios. Los viajeros dejan en la mesa aretes, chocolates y caramelos. Sabrán de nuestro cariño, dice el Yachaj. Mezcla el agua y la harina de maíz. Mastica abundante coca. Remueve el azúcar que endulzará a los dioses. Las velas avivan su fuego. “Apu bendito”, escuchamos. El sol quema más fuerte. El Yachaj se persigna.
Bajo las aguas
Dicen que si uno se acerca a las aguas, se acomoda despacio y el motor de la embarcación se apaga, podrá escuchar aquella fiesta ruidosa de los antiguos habitantes de Caballo Cocha. Ellos nunca se dieron cuenta que la ciudad fue castigada y quedó en el fondo del agua. Ellos siguieron danzando irreverentes y se convirtieron en leyenda, una leyenda que se cuenta en este lugar, donde ahora habitan yaguas, ticunas y mestizos. En este lugar ubicado en la provincia de Mariscal Castilla, en la región Loreto. En este lugar donde en la actualidad se celebra a la Virgen de la Merced y por ella, cada barrio, institución o pueblo joven prepara una velada, donde el baile es casi una oración.
El golpe sagrado de Santiago
Las botas de Santiago son sagradas, como la máscara del Caballito de Fiesta que ahora me cubre. La he mirado varias veces porque quiero recordar. El 25 de julio estuve en San Lucas de Colán (Paita – Piura) y conocí a Junior y a Roberto. Junior era el Caballito de Fiesta y Roberto el Caballito de Promesa. Ambos, por devoción y sorteo, representan a Santiago, el apóstol que pidió a Dios una hora más de sol para acabar con los moros.
Y en esta fiesta, realmente acaban con los moros. Y moros resultamos siendo todos. Gracias al machete, hecho de madera y pintado de blanco, quienes participamos de la celebración recibimos el perdón con un golpe certero que siempre llega. Los caballitos sin la máscara, pueden parecer seres esquivos y nerviosos, pero una vez que los visten terminan siendo personajes envalentonados, que resisten el agotador baile y las siete batallas que libran durante la festividad. Les cambian la mirada y no permiten ningún tipo de negociación cuando van a golpearte. El más fiero fue Junior. Me dejó cojeando y con una señal en mi nalga izquierda. Era la batalla inicial entre él y los moros. Ya los había convertido al cristianismo. Ya habíamos bailado huayno y marinera. Parecía que saldría del centro victoriosa, con una sonrisa en el rostro y sin dolor que lamentar. Estábamos a los pies del templo de San Lucas, el primero que fue edificado en las cosas del Pacífico. Y era una tarde de sol, como dice la historia. Un sol que no había aparecido, pero ese 25 de julio estaba allí, inclemente. Nada podía ahuyentarme ahora. Hasta que el golpe llegó.
A la mañana siguiente la gente andaba preocupada “a la periodista le han pegado”. Yo solo pude confirmar que el machetazo duele. Y mucho. Que fue imposible convencer a Junior, el Caballito de Fiesta, que me tratara con cariño. O quizá sí lo convencí, porque el golpe hasta sonó haciendo que mi pierna temblara.
Y en esta fiesta, realmente acaban con los moros. Y moros resultamos siendo todos. Gracias al machete, hecho de madera y pintado de blanco, quienes participamos de la celebración recibimos el perdón con un golpe certero que siempre llega. Los caballitos sin la máscara, pueden parecer seres esquivos y nerviosos, pero una vez que los visten terminan siendo personajes envalentonados, que resisten el agotador baile y las siete batallas que libran durante la festividad. Les cambian la mirada y no permiten ningún tipo de negociación cuando van a golpearte. El más fiero fue Junior. Me dejó cojeando y con una señal en mi nalga izquierda. Era la batalla inicial entre él y los moros. Ya los había convertido al cristianismo. Ya habíamos bailado huayno y marinera. Parecía que saldría del centro victoriosa, con una sonrisa en el rostro y sin dolor que lamentar. Estábamos a los pies del templo de San Lucas, el primero que fue edificado en las cosas del Pacífico. Y era una tarde de sol, como dice la historia. Un sol que no había aparecido, pero ese 25 de julio estaba allí, inclemente. Nada podía ahuyentarme ahora. Hasta que el golpe llegó.
A la mañana siguiente la gente andaba preocupada “a la periodista le han pegado”. Yo solo pude confirmar que el machetazo duele. Y mucho. Que fue imposible convencer a Junior, el Caballito de Fiesta, que me tratara con cariño. O quizá sí lo convencí, porque el golpe hasta sonó haciendo que mi pierna temblara.
viernes, 6 de agosto de 2010
La fiesta de Sonaly Tuesta
Sonaly Tuesta nació en Lámud (Luya – Amazonas). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima. Dedicada a los quehaceres del periodismo diario publicó en 1998 el libro de crónicas: “El rescatador y las Vírgenes”. Un año después comienza su historia en la televisión con el programa Costumbres, un homenaje a la cultura viva del Perú, a la fiesta y la alegría, a la costumbre, a la gastronomía, al canto y al baile. “Costumbres” sale por primera vez en la señal de UHF del Canal 57 en el año 1999.
En julio del año 2000, exactamente el 25 de julio, día de Santiago, aparece la primera edición de Costumbres en el canal del Estado. Ese primer capítulo estuvo dedicado a la fiesta de la patrona de las cosechas, Santa Isabel, en el poblado de Huaylas, en la región Ancash. Desde aquellas épocas los paraderos se han sucedido por montones. Ha recorrido centenares de festejos y ha dado vida a relatos que nos acercan más a un Perú mágico y diverso.
Su creatividad y talento ha sido motivo de varios reconocimientos como el premio ANDA, el premio PROVAL, el Trofeo Ciudad de Lima, el premio CAMBIE, el de la VEEDURÍA CIUDADANA, entre otros. Sonaly editó 16 números de su revista Costumbres y un calendario audiovisual con 44 celebraciones populares titulado: NUESTRA COSTUMBRE. Ha producido 26 documentales de historias de éxitos para el programa de televisión PARA QUITARSE EL SOMBRERO, financiado por la Fundación Romero.
Este año ha publicado el libro/guía: Fiestas. Calendario y Costumbres. En las 320 páginas, a color y en dos idiomas, el viajero podrá encontrar el detalle, mes a mes, de la festividad que acontece en un pueblo, en un barrio, en una comunidad nativa, en el Perú de costa, sierra y selva.
Sonaly Tuesta tiene experiencia en festividades y tradiciones, se ha pasado diez años viajando por el país y no solo ha encontrado rituales anónimos, ni pueblos de nombre difícil o fechas históricas y héroes pintados en medio de la plaza, también ha percibido (y eso es lo mejor) la buena energía de la gente y los rostros que dan vida a una historia en cualquier lugar del país, son tamaño ni distancia cuando se trata de conocer y de adaptarse a la cultura, distinta y diversa, que nos caracteriza a todos los peruanos.
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