martes, 10 de agosto de 2010

El fogón humeante

Los sabores, sazones y aromas culinarios son un legado familiar y cultural. Siempre permanecerán en la memoria y el paladar, aunque estemos lejos. Recordarlos será añorar no solo el acto mismo de comer, sino todo el contexto: el fogón humeante, la fiesta en la cocina, la imagen de mamá revolviendo la yuca o colocando la masa en una fresca hoja de achira.


Porque la comida no solamente es ella en sí misma, sino es lo que significa dentro de una historia. De que manera se agregan los ingredientes, en que momento debe ir la sal o la muña, como se sirve, con qué se come, a qué hora del día, en qué época del año, con qué bebida se acompaña…. Tantos detalles que le agregan magia a la creación culinaria, que en muchos casos, se reinventa y en otros, se repite en el tiempo, pues se ha ido transmitiendo de generación en generación entre ollas y cucharas, coles, mashuas y yucas…

Evoco ahora mi “costumbre”, hecho de vísceras de cerdo, papa y hierba buena. Es el primer plato que se prepara cuando alguien mata un chancho y ofrecerlo a los vecinos es una manera de comunicar que en casa hay fiesta y alegría.

Evoco también la “ullada”, ese pedazo de carne que se junta a la col, a la papa y al durazno fresco para festejar el carnaval en Andamarca (Ayacucho), para decirnos que los primeros frutos de la tierra que se están degustando, son también un homenaje a ésta y su tan ansiada fertilidad.

¿Ven? La comida dice mucho más que su buen sabor. Tiene el poder de expresar un sentimiento y de acercarte al otro, aunque su cultura sea distinta.

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