lunes, 9 de agosto de 2010

El golpe sagrado de Santiago

Las botas de Santiago son sagradas, como la máscara del Caballito de Fiesta que ahora me cubre. La he mirado varias veces porque quiero recordar. El 25 de julio estuve en San Lucas de Colán (Paita – Piura) y conocí a Junior y a Roberto. Junior era el Caballito de Fiesta y Roberto el Caballito de Promesa. Ambos, por devoción y sorteo, representan a Santiago, el apóstol que pidió a Dios una hora más de sol para acabar con los moros.


Y en esta fiesta, realmente acaban con los moros. Y moros resultamos siendo todos. Gracias al machete, hecho de madera y pintado de blanco, quienes participamos de la celebración recibimos el perdón con un golpe certero que siempre llega. Los caballitos sin la máscara, pueden parecer seres esquivos y nerviosos, pero una vez que los visten terminan siendo personajes envalentonados, que resisten el agotador baile y las siete batallas que libran durante la festividad. Les cambian la mirada y no permiten ningún tipo de negociación cuando van a golpearte. El más fiero fue Junior. Me dejó cojeando y con una señal en mi nalga izquierda. Era la batalla inicial entre él y los moros. Ya los había convertido al cristianismo. Ya habíamos bailado huayno y marinera. Parecía que saldría del centro victoriosa, con una sonrisa en el rostro y sin dolor que lamentar. Estábamos a los pies del templo de San Lucas, el primero que fue edificado en las cosas del Pacífico. Y era una tarde de sol, como dice la historia. Un sol que no había aparecido, pero ese 25 de julio estaba allí, inclemente. Nada podía ahuyentarme ahora. Hasta que el golpe llegó.

A la mañana siguiente la gente andaba preocupada “a la periodista le han pegado”. Yo solo pude confirmar que el machetazo duele. Y mucho. Que fue imposible convencer a Junior, el Caballito de Fiesta, que me tratara con cariño. O quizá sí lo convencí, porque el golpe hasta sonó haciendo que mi pierna temblara.

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